En los partidos más disputados, Angelo Schirinzi y Matteo Marrucci observaron que, en general, se imponían los equipos que gestionaban mejor las transiciones. También destacaron que los equipos más sólidos disponían de estrategias previamente elaboradas, tanto para aprovechar las oportunidades de contraataque como para evitar que el rival lo hiciera durante la transición defensiva y la fase de recuperación.
Además, el Grupo de Estudio Técnico (GET) detectó que el tercer y último periodo de los partidos concentraba la mayor actividad en términos de transiciones, un patrón confirmado por los datos de nuestro equipo de Perspectivas del Rendimiento Futbolístico: en ese tramo se registró un promedio de 261 contraataques, frente a 168 en el primer periodo y 174 en el segundo.
«Vemos más transiciones en el último periodo porque, en los primeros, los equipos tienden a ser más tácticos y estratégicos, hasta que el juego empieza a fluir con naturalidad —explica Marucci—. En el tercer periodo, al menos uno de los dos equipos se ve obligado a tomar la iniciativa para intentar ganar el partido, lo que hace que el juego se abra mucho más. A menudo, una transición conduce a otra. Además, tanto el equipo como los jugadores gestionan su energía durante los primeros tramos del encuentro, y generalmente vacían sus reservas en el último periodo, cuando se lanzan decididamente a por el partido. Esto contribuye a que el juego se vuelva más transicional a medida que aparece la fatiga, pero también más frenético y menos predecible, conforme aumenta el ritmo».
Transiciones ofensivas
El promedio de pases por contraataque en este torneo es de solo 1.3, lo que evidencia la velocidad y contundencia con la que se ejecutan estas acciones.
«La velocidad es fundamental en las transiciones porque el rival está mentalmente en modo ataque y suele dejar espacios al adelantar jugadores a posiciones ofensivas —resume Schirinzi—. Avanzar es mentalmente más fácil que retroceder, y si un equipo lanza un contraataque cuando el rival está desorganizado, puede explotar los desajustes defensivos y marcar. Pero debe hacerlo con rapidez: uno o dos pases como máximo».
Con 28 partidos disputados en el torneo, Portugal y Bielorrusia comparten el primer lugar en número de remates generados a partir de contraataques, con 18 cada uno. Portugal ha convertido cuatro de ellos en gol, mientras que Bielorrusia ha marcado en dos ocasiones. Brasil, actual campeón del mundo, también ha demostrado una gran eficacia en esta fase del juego, con cuatro goles en doce ocasiones generadas al contraataque. Su tasa de conversión del 33.3 % indica que, de media, convierte un gol por cada tres remates generados en este tipo de acciones. Además, los datos revelan que Brasil produce un promedio de tres remates por partido en estas situaciones, lo que equivale a un gol por encuentro.
Según Schirinzi, «incluso los equipos que imponen su juego y dominan la posesión cuentan con especialistas en el contraataque, porque tienen un plan para esos momentos del partido y disponen de jugadores clave con la técnica y la capacidad de ejecución necesarias para aprovechar los espacios y las oportunidades cuando se presentan».
A continuación, Schirinzi destaca algunas excelentes acciones de contraataque de los partidos de cuartos de final. El primer vídeo corresponde a la victoria de Brasil sobre España y comienza con el portero español López (1) en posesión del balón. Brasil defiende con marcaje individual, pero en cuanto el portero español López levanta el balón con los pies, Mauricinho (11) salta desde su posición en la banda derecha para cerrarle el espacio y desestabilizar su acción con el fin de forzar un mal pase. La coordinación en la presión de Brasil es evidente: en cuanto Mauricinho abandona a su marca, Rodrigo (9) ya está anticipando la acción y comienza a desplazarse hacia el jugador que queda libre. López intenta jugar en largo, pero el pase resulta impreciso. Bobô (12), portero de Brasil, intercepta sin dificultad e inicia el contraataque de forma inmediata. En ese momento, Rodrigo se proyecta rápidamente al ataque con espacio por delante. El portero brasileño juega con él, y la ejecución técnica es impecable: su primer toque lo orienta hacia portería y, pese a la presión del guardameta español, define con el segundo para cerrar la jugada.
En el segundo vídeo, el referente de Bielorrusia, Ihar Bryshtsel (8), presiona al portero de la RI de Irán para impedirle salir con el balón. Por detrás, sus compañeros mantienen una estructura defensiva compacta y bien conectada. Todo indica que hay una estrategia detrás: Bielorrusia se posiciona para cortar una línea de pase. El equipo se concentra en proteger el carril central y asume el riesgo de dejar libre a un rival en el costado izquierdo, ya que no representa una amenaza inmediata. Como el balón circula por dentro, Bryshtsel se mantiene en posición adelantada, preparado para activar el contraataque. El defensor Mikita Chaikouski (5) intercepta un pase y cabecea hacia Bryshtsel, que marca de primeras en una transición rápida. No fue una acción puntual: su repetición durante el partido demuestra que formaba parte del plan de juego.
En el tercer y último vídeo de estos ejemplos, se observa un contraataque bien construido que termina en remate. El portero de Brasil, Bobô (12), tiene el balón, mientras España mantiene una estructura defensiva compacta y coordinada. Bobô avanza con el balón, y en cuanto le presionan juega hacia su extremo izquierdo, Benjinha (2), que recibe a la espalda del defensor e intenta un remate de chilena. El guardameta español, López (1) , se queda con el balón e identifica de inmediato una posibilidad de carrera diagonal que genera espacio por el centro. Al mismo tiempo, su compañero Kuman (10) parte desde atrás: primero se mueve hacia la banda, arrastrando al defensor brasileño, y luego recorta hacia dentro para recibir en zona libre. Amaga el disparo con la zurda, engaña al defensor y se perfila para rematar con la derecha, pero su disparo sale desviado.
Transiciones defensivas
Es inevitable que, mientras un equipo pasa al ataque, el rival esté simultáneamente en transición hacia la defensa. Por eso, así como los equipos deben tener un plan para sus contraataques, también deben contar con mecanismos claros para afrontar la fase de recuperación.
«Lo más importante cuando un equipo entra en transición defensiva es que al menos un jugador esté bien posicionado para iniciar la fase de contención y frenar el contraataque —señala Marucci—. La lectura del juego y la colocación del último defensor es fundamental, al igual que la comunicación con el portero. Las transiciones defensivas son situaciones de máximo riesgo, porque la mayoría de los contraataques son veloces y culminan en remates tras muy pocos pases, lo que deja un margen de reacción mínimo».
Se muestran a continuación ejemplos elegidos por Marrucci sobre la aplicación de los principios defensivos en fase de transición y recuperación.
En el cuarto vídeo, Senegal ataca con su habitual estructura 1-2-2 frente a Chile, con los cuatro jugadores de campo jugando en campo rival. El lateral izquierdo, Ninou Diatta (2), recibe el balón del portero Al Seyni Ndiaye, y en cuanto Papa Ndoye (3), lateral derecho, percibe que Diatta va a jugar hacia adelante, retrocede hacia una posición central para mantener la estructura defensiva en posesión. Este movimiento cumple un doble propósito: apoyar el ataque y, al mismo tiempo, estar preparado como último hombre en una transición defensiva. Su colocación resulta clave cuando Senegal pierde el balón y Chile inicia un contraataque con tres jugadores.
En un primer momento, Ndoye intenta ir hacia el balón, pero se da cuenta de que es el único defensor atrás y que se encuentra en inferioridad numérica (3 contra 1). Corrige su decisión, cambia de dirección y retrocede para proteger el espacio en lugar de presionar, lo que da tiempo a sus compañeros para replegarse. Cuando el equipo logra reorganizarse y pasa a una situación de 2 contra 2 en el carril central, Ndoye presiona al jugador que lleva el balón. Este es un excelente ejemplo de cómo actuar durante una transición defensiva: Senegal consigue recuperar el balón en una situación de alto riesgo.
En el quinto vídeo, Italia se encuentra en una fase ofensiva típica con estructura 1-2-2 frente a Senegal, en una situación similar a la del ejemplo anterior. Cuando el portero Leonardo Casapieri (12) juega hacia Josep Gentilin (5), el equipo queda completamente expuesto ante una posible pérdida, ya que los cuatro jugadores de campo están muy adelantados. En este tipo de situaciones, Italia busca que el defensor opuesto se proyecte en ataque para generar profundidad, por lo que recae en el jugador que recibe el pase del portero —en este caso, Josep— la responsabilidad de replegarse y ocupar una posición defensiva una vez que juegue el balón hacia delante.
En cuanto realiza el pase, Josep se da cuenta de que no llegará a su destinatario e inicia el repliegue de inmediato, incluso antes de que el balón sea interceptado. En la transición, el balón se juega rápidamente hacia el pivote senegalés Mamadou Sylla (5), pero Josep logra llegar a tiempo para disputar la posesión. Cabe destacar que Luca Bertacca (6) también inicia el repliegue a toda velocidad en cuanto se produce la pérdida para apoyar la acción defensiva.
Por último, en el sexto vídeo, se observa una transición defensiva de emergencia por parte de Brasil en su partido de cuartos de final ante España. Brasil pierde el balón tras un intento de chilena de Benjinha (2), y España inicia de inmediato la transición ofensiva. El delantero Chiky (11) ya ocupa una posición adelantada, mientras que otros dos jugadores se incorporan al ataque desde la segunda línea: Ramy Saghdani (8), que fue quien consiguió recuperar el balón, y Kuman (10), que lo conduce hacia la portería área rival. El único defensor brasileño, António (3), queda completamente aislado en una situación de 3 contra 1.
Se trata de una acción de defensa de emergencia. António comprende que está solo y que no puede presionar al jugador con la posesión, por lo que decide mantenerse en el espacio central, entre los atacantes españoles, con el objetivo de retrasar el contraataque y dar tiempo a su compañero Filipe Silva (5) a llegar al repliegue. Desde esa posición, también puede reaccionar según la dirección del pase final. Cuando parece que Kuman (10) se perfila para el remate, António no tiene más opción que salir a cerrar el espacio e intentar dificultar el disparo. Al mismo tiempo, ve que su compañero está cerca de recuperar la posición y podrá apoyarle. Aunque España consigue rematar a puerta, el portero Bobô (12) interviene con una buena parada. Brasil consigue que el remate llegue desde una zona poco peligrosa, en una aplicación eficaz del modelo defensivo «temporizar, tapar, desviar».
Resumen
Las situaciones de transición ofrecen verdaderas oportunidades para el equipo que ataca y suponen una amenaza inmediata para el que debe replegarse. La velocidad a la que ocurren deja muy poco tiempo para reaccionar, por lo que es esencial contar con mecanismos bien trabajados tanto para atacar como para defender en estas fases. En partidos igualados, gestionar con eficacia estas situaciones puede marcar la diferencia entre la victoria y la derrota.