Esta quinta entrega, que cierra la serie, nos brinda una perspectiva única del modo en que Roger Schmidt emplea restricciones sutiles en partidos de 11 contra 11 para inculcar los principios fundamentales de su filosofía de juego. Esta última actividad lo recopila todo en una situación de juego real, diseñada para aumentar la calidad del juego y fomentar conductas clave sin necesidad de explicaciones largas.
Según Schmidt, este enfoque resulta especialmente eficaz cuando llega a un equipo nuevo. En lugar de detallar todos los matices tácticos, deja que los jugadores aprendan a través del juego propiamente dicho. Mediante dos reglas muy sencillas, esta sesión plantea el estilo de juego que refleja los principios básicos de Schmidt.
Preparación y estructura
La sesión se construye alrededor de un partido normal de 11 contra 11, que se juega en el espacio comprendido entre las dos áreas y con todas las reglas oficiales (fuera de juego, saque de banda, saque de esquina, etc.) Los dos equipos emplean un esquema táctico 1-4-2-3-1, que es el más habitual en Schmidt.
Incentivo por mantener un bloque compacto
Regla 1
Si un equipo marca un gol mientras todos sus jugadores están en campo rival, se le concede un penalti adicional.
Razonamiento táctico
Esta regla anima a los equipos a adoptar un bloque compacto cuando tienen la posesión. Gracias a ese bloque compacto, el equipo está mejor colocado para realizar la presión tras pérdida de una forma inmediata. Eso aumenta las probabilidades de recuperar la posesión rápidamente y generar más jugadas de ataque.
«En un partido real, no se concede un penalti adicional al equipo por mantener un bloque compacto, pero la recompensa es el control del juego».
Regla del pase adelante
Regla 2
Cuando un jugador da un pase hacia atrás en su propio campo, el compañero que recibe el balón deberá dar el siguiente pase hacia delante. Se permiten múltiples toques, pero la dirección debe ser hacia adelante.
Razonamiento táctico
Esta restricción fomenta la mentalidad ofensiva en la construcción de la jugada. Schmidt quiere que sus equipos eviten las secuencias pasivas de pases hacia atrás para que el juego no se estanque. En lugar de eso, entrena a sus futbolistas para que sepan leer la jugada desde el principio, identifiquen las opciones de tocar hacia delante y actúen con decisión.
Esta regla fuerza a los jugadores a ser más valientes y elegir la opción más difícil, pero con más influencia sobre el juego. Schmidt observa que, a menudo, los jugadores tienen la capacidad técnica necesaria para jugar hacia delante aunque estén bajo presión, pero les falta confianza. Esta actividad sirve para desbloquear ese potencial.
Aquí, lo importante no es solo el desarrollo, sino también la táctica. Los pases hacia atrás suelen provocar movimientos en el equipo rival para iniciar la presión. Estos movimientos generan espacios aprovechables:
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Detrás del jugador que sale a presionar (si el rival no mantiene las líneas juntas).
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Detrás de la línea defensiva (si el bloque se adelanta).
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En el lado opuesto del campo (si los jugadores de banda basculan y ocupan el centro).
Al atraer la presión y luego jugar hacia delante, los equipos de Schmidt son capaces de descolocar líneas defensivas compactas y crear secuencias dinámicas de ataque.
Reflexión sobre la serie – La filosofía de entrenamiento de Schmidt
En estas cinco entregas, hemos analizado cómo Schmidt emplea formatos de entrenamiento meticulosamente diseñados para moldear la conducta de sus jugadores, inculcarles principios tácticos y crear un estilo de juego cohesionado. Surge la imagen clara de una metodología que tiene una intención detrás y está perfectamente alineada con su filosofía futbolística.
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Consistencia en el mensaje táctico: Todas las actividades reflejan el estilo de juego de Schmidt: vertical, intenso y organizado. Los principios están integrados en el diseño y no solo en las instrucciones.
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Juego ofensivo y proactivo: Se enseña a los jugadores a hacerse con el control del partido, mediante una progresión vertical cuando tienen la posesión o defendiendo arriba cuando no la tienen.
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Ideas colectivas y conectividad: Schmidt hace mucho hincapié en la cohesión del equipo. Los jugadores comparten una mentalidad común y trabajan juntos para controlar el espacio y el ritmo del partido, tanto con la posesión como sin ella.
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Intensidad con un objetivo: Las sesiones están diseñadas para poner a prueba a los jugadores más allá de las exigencias de un partido. Requieren un ritmo muy alto, inteligencia en la toma de decisiones y concentración plena.
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Intensidad gestionada: El tiempo de juego se estructura para que los jugadores actúen con la máxima intensidad sin que se resienta la calidad o la concentración.
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Entorno competitivo: La posibilidad de sumar puntos y los incentivos basados en el juego añaden competitividad y mantienen a los jugadores concentrados, lo que refuerza la importancia de cada acción.
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El entrenamiento como herramienta de desarrollo: Schmidt pone a prueba a sus jugadores para que sean valientes, asuman responsabilidades y vean el entrenamiento como un espacio donde desarrollarse y no solo donde ensayar jugadas.
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Aprendizaje implícito mediante restricciones: En lugar de sobrecargar a los futbolistas con detalles tácticos, Schmidt emplea con inteligencia ciertas reglas y condiciones con el fin de moldear su conducta de forma natural y eficaz.
La quinta parte engloba todos estos principios en un formato de partido y demuestra que hasta los ajustes más sutiles pueden tener mucha influencia en la conducta y el rendimiento del equipo.