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Alberto Zaccheroni, sobre cómo liderar el cambio

FIFA, 2-11-2022

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Si hablamos de alto rendimiento en el mundo del fútbol, hay una cosa segura: los cambios no solo son necesarios, sino inevitables. Año tras año, el deporte no deja de evolucionar y exige cada vez más a jugadores y entrenadores desde el punto de vista técnico, táctico, físico y mental.

Mientras supervisamos constantemente las tendencias actuales y emergentes en el mundo del fútbol, también tenemos interés en evaluar otras que puedan aparecer en el futuro. Para que las cosas cambien y evolucionen, el fútbol necesita innovadores capaces de conceptualizar algo diferente, esto es, algo que no se haya visto hasta la fecha.

Alberto Zaccheroni fue un miembro clave del Grupo de Estudio Técnico de la FIFA que analizó la Copa Mundial de Clubes de la FIFA EAU 2021™. Durante su periplo en el banquillo del Udinese de la Serie A (1995-1998), Zaccheroni se granjeó fama de innovador.

Por ejemplo, durante la temporada 1996-97, su equipo se quedó con diez hombres nada más empezar su partido de liga en campo de la Juventus, después de que uno de sus defensas fuera expulsado a los tres minutos de juego. El italiano, que había salido de inicio con un sistema 4-4-2, tomó una decisión atrevida, aunque meditada: en lugar del 4-4-1 que cabría esperar en dichas circunstancias, optó por un 3-4-2 con solo tres defensas.

La valentía de Zaccheroni se vio recompensada, ya que su equipo se impuso por 3-0 a la Vecchia Signora. El entrenador alineó un equipo con un 3-4-3 en su siguiente compromiso, la visita al Parma, donde el Udinese ganó por 2-0. Por este motivo, Zaccheroni es considerado por muchos el padrino de este sistema, de uso generalizado en el fútbol moderno.

Pensar diferente

Zaccheroni se ganó su fama de innovador porque pensó de forma diferente a todos los demás. Descubrió que los equipos rivales tenían problemas para jugar contra su sistema porque no lo habían visto antes y, por lo tanto, no sabían cómo contrarrestarlo. 

 El estratega italiano tenía la firme determinación de alinear a sus jugadores de mayor calidad, por lo que buscó el modo de diseñar su sistema en torno a estos.

«Tú puedes aportar equilibrio, pero, en última instancia, los que deciden los partidos son tus 
mejores jugadores. Es importante que estén sobre el terreno de juego. Teníamos tres grandes delanteros y quería jugar con los tres. No les pedía que cubrieran demasiado campo ni quería que tuvieran que replegarse, por lo que podían jugar a un ritmo elevado en el último tercio durante los 90 minutos».

Alberto Zaccheroni

Esta táctica de Zaccheroni de liberar a sus delanteros de parte de sus obligaciones defensivas implicaba asumir riesgos en otras partes del campo.

Sin la posesión

Cuando se enfrentaba a equipos que adoptaban dibujos como el popular 4-4-2, el italiano no tenía inconveniente en emparejar a un solo defensa libre con los dos delanteros del rival, ya que significaba que podía alinear a sus tres delanteros.

Cuando los defensas o mediocentros rivales tenían el balón en zonas centrales, a Zaccheroni le gustaba que su centro del campo de cuatro hombres cerrara líneas delante del trío defensivo y se colocara en el carril central del campo, entre los vértices del área penal.

Quería que uno de sus mediocentros presionara y que los otros tres centrocampistas mantuvieran un bloque cerrado detrás del jugador que encabezaba la presión. Por consiguiente, cuando el balón circulaba por el terreno de juego, el equipo podía seguirlo, pero los cuatro jugadores del centro del campo debían hacerlo en bloque. Este era un elemento crucial del sistema.

Si el balón acababa en una banda, el interior encabezaba la presión, apoyado por el mediocentro más cercano. Los centrocampistas del flanco contrario retrasaban su posición hasta situarse delante del trío defensivo.

Zaccheroni insistía en que su equipo presionara en masa y funcionara como un bloque en todo momento. Le gustaba que sus jugadores ejercieran una presión intensa sobre el rival, para impedir que este cambiara el juego mediante balones largos o pases por alto a la espalda de sus defensas.

Cuando el rival jugaba en el último tercio, la estrategia cambiaba.

Si el balón llegaba a una banda a unos 20-30 m de la portería de su equipo, el hombre más abierto de los tres que componían la línea defensiva tenía la tarea de acudir al encuentro del rival. El defensa central y el situado en el flanco contrario basculaban, mientras que el centrocampista abierto en la otra banda se encargaba de vigilar el número de jugadores rivales en las zonas de ataque centrales.

Si en dichas zonas solo había un delantero con los dos defensas, no era necesario que hiciera nada; sin embargo, si había dos delanteros, tenía la tarea de retrasar su posición para pasar a ser el defensa libre.

Zaccheroni desveló que siempre prefería aceptar ofertas que le permitieran ocupar su puesto antes del inicio de la pretemporada, debido al tiempo que necesitaban los jugadores para comprender su función y aprender a aplicar los principios en los que se basaban sus estrategias.

Inicialmente, entrenaba su sistema con grupos reducidos y en ejercicios sin oposición, para dar a los jugadores la oportunidad de entender y aplicar la teoría. Sus sesiones comenzaban con una línea defensiva de tres sin oposición, a la que posteriormente añadía un centro del campo de cuatro hombres, para terminar con un dibujo completo de once jugadores.

Aunque el proceso llevaba su tiempo, para Zaccheroni era muy importante que los jugadores tuvieran clara su función en diferentes situaciones.

Posteriormente, las sesiones pasaban a incluir oposición, y sometía a sus defensas a situaciones de inferioridad en esquemas de 3 + 4 con portero contra 11, a fin de desarrollar la capacidad de los jugadores para actuar, pensar y rendir en situaciones caóticas y de gran presión.

«Durante la semana, en las sesiones de entrenamiento trabajábamos situaciones de 3 + 4 contra 11, y rara vez encajaban un gol. Sabían perfectamente su función. De este modo, cuando recuperábamos el balón, podíamos atacar con nuestro tres mejores delanteros».

Con la posesión

Zaccheroni era un entrenador de mentalidad ofensiva que estaba dispuesto a asumir riesgos calculados. Durante la fase de construcción del juego, quería generar superioridades a las que los defensas rivales no se hubieran enfrentado nunca, a fin de obligarlos a tomar decisiones nuevas.

En concreto, los equipos de Zaccheroni dirigían el ataque hacia los laterales rivales.

Cuando jugaba contra líneas defensivas de cuatro, ubicaba a tres delanteros por dentro. El delantero centro operaba entre la pareja de centrales rival, mientras que sus compañeros a izquierda y derecha jugaban por dentro, justo por delante de los laterales del equipo contrario. 

Cuando el balón estaba en el centro del campo, quería que su interior más cercano subiera y se colocara a la altura del lateral rival, quien ya tenía la tarea de marcar a uno de los delanteros, y que su segundo mediocentro avanzara por el carril central. En este esquema, el interior rival cubría la parte central ejerciendo de centrocampista defensivo. Su objetivo era generar superioridades, especialmente situaciones de 2 contra 1 contra los laterales y mediocentros rivales.

En la primera temporada completa en la que puso en práctica el sistema, la 1997-98, Zaccheroni contó con un tridente ofensivo letal, compuesto por Oliver Bierhoff, Paolo Poggi y Márcio Amoroso dos Santos. El ariete alemán acabó marcando 27 tantos en liga esa temporada, en la que el Udinese terminó tercero, por detrás de la Juventus, campeona, y el Inter de Milán.

Cambiar el fútbol

La evolución de la tecnología y de los datos en el fútbol moderno ha propiciado una mejora considerable del nivel de análisis relacionado con el juego de ambos equipos.

Aunque, en su opinión, cada vez es más difícil que los equipos sorprendan con algo totalmente inesperado, Zaccheroni considera que las decisiones de un entrenador en el transcurso de un partido pueden tener en última instancia un mayor impacto.

«Hoy en día es muy difícil sorprender al rival porque todos lo saben todo de todos. En el fútbol moderno, tienes que ser capaz de cambiar el devenir de un encuentro sobre la marcha; hay un mayor énfasis en la gestión de los partidos. Ahora se pueden hacer cinco sustituciones y prácticamente reemplazar a la mitad del equipo, por lo que puedes cambiar por completo el partido».

Sin embargo, sigue considerando que la estrategia con la que un entrenador afronta un partido puede tener la misma incidencia que los cambios que realice durante el mismo.

Liderar el cambio

Cualquier entrenador que quiera innovar debe ser un líder capaz de transmitir su visión y de convencer a los incrédulos.

Hacer las cosas de un modo diferente al resto conlleva inevitablemente ciertas dosis de desasosiego, pero un innovador debe convencer a sus jugadores y a su cuerpo técnico y ayudarlos a crecer para mejorar su rendimiento. La aceptación inicial es un componente vital de este proceso.

«A los futbolistas no les entusiasma demasiado la innovación ni lo nuevo. A los veteranos les gusta hacer las cosas como siempre las han hecho; no les agrada que les vayan con preguntas nuevas. Mis jugadores no querían probar el sistema, así que tuve que ceder, algo que no me gusta hacer. No obstante, les dije: «Vamos a jugar como hasta ahora cuando ganemos. Pero, cuando vayamos perdiendo, haremos las cosas así…».

«Al final, entraron en razón. Después de entrenar, veía que jugábamos mejor, pero seguían en sus trece. El motivo era que ganábamos, hasta que jugamos contra la Juventus fuera de casa. A los tres minutos, el árbitro expulsó a uno de mis defensas. Habíamos empezado el partido con un 4-4-2, así que cambié a un 3-4-2, sin quitar a ningún atacante. Ganamos el encuentro 3-0. Siete días más tarde vencimos al Parma y pusimos patas arriba la carrera por el título. Antes del partido, los jugadores estaban ansiosos por comprobar si seguía optando por jugar con tres atrás y se sintieron aliviados al ver que así era. Estaban contentos con la decisión».

La filosofía de Zaccheroni y el éxito del que disfrutó en el Udinese hizo que el AC Milan se hiciera con sus servicios. En su primera temporada en el club, condujo a los transalpinos hasta el scudetto.

Gestionar los retos

La evolución del fútbol dentro del campo ha venido acompañada de una revolución fuera de él. Las salas de juntas son ahora espacios muy diferentes, y los clubes de fútbol han dejado de ser pilares de las comunidades locales para transformarse en megaempresas. Debido al auge de los medios de comunicación y las redes sociales, los jugadores y entrenadores están expuestos a un volumen mucho mayor de opiniones, por lo que es necesario gestionar dichos factores externos con prudencia.

Las cosas han cambiado drásticamente desde la década de 1990. Según Zaccheroni, los presidentes eran personas apasionadas que consideraban los clubes un pasatiempo. Sin embargo, ahora la presión sobre los clubes es enorme, debido a la obligación de obtener resultados tanto dentro como fuera del campo. A pesar de todo, el italiano mantiene la firme convicción de que las relaciones humanas siguen siendo la base del éxito de cualquier equipo.

«Mi prioridad siempre son mis jugadores y mi cuerpo técnico. No me interesa mucho la política. Mis relaciones se basan en los buenos modales, el respeto y los valores. Si tú me respetas, yo te respeto. Yo soy el responsable del resultado final, pero también debo incorporar en dicho resultado los de todos los miembros del equipo».

Zaccheroni también es muy partidario de proteger a los jugadores en los fracasos y de reconocer su mérito en los éxitos. Así es como encara otro elemento clave de su sistema: la confianza.

«No he cambiado nunca mi estilo de liderazgo. Mi trabajo con jóvenes me ha permitido desarrollarme, y mi estilo se ha basado siempre en el respeto mutuo. Los jugadores se dan cuenta de que soy el responsable del resultado final. Soy el que está expuesto, alguien que da la cara por sus jugadores y nunca los deja vendidos».

Innovación es sinónimo de cambio. Hacer las cosas de un modo diferente implica sacar a los jugadores de su zona de confort, por lo que la visión y el modo de comunicar del entrenador son vitales para convencer y coordinar tanto a los futbolistas como al cuerpo técnico. A mediados de la década de 1990, Zaccheroni vio la oportunidad de hacer algo diferente y, sin duda, la aprovechó.

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